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Ninguno de mis discos tiene beats, y a veces me gusta verlos como piezas que propician largos viajes introspectivos o viajes al sueño, como si escuchar música y morir fueran lo mismo. Imagínense que todas esas grandes masas sumidas en la pobreza que escuchan cumbia villera escucharan la música de Marisa Berquis, como cera viscosa y caliente, acostados en la oscuridad, sin beber alcohol, sin moverse, ¿cuál sería el resultado? ¿qué es lo que pasaría en nuestro país? O si en vez de fútbol, los domingos hubiera audiciones de música ambient en los estadios. Claro que esto no sucederá, pero me gusta imaginarlo: todos sedados por la música pegajosa de discos “gato gordo”. Una utopía totalitaria pero a la vez pacifista, porque si algo odio es el fútbol.Y a esto no tengo que explicarlo demasiado, porque cualquiera que esté leyendo este informe, odia el fútbol, ¿verdad?
estan surgiendo editoriales nuevas. no todo es tan patetico como lo ve mi mente.
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