lunes, 3 de marzo de 2008

un poema de pablo perez con el que muchos se sentirán tal vez identificados:
LUIS
Él venía por Paseo Colón
con una chihuahita
medio ciega y obesa.
Daba unos pasos
y la esperaba.
Vamos Antonia,
le decía
y la perrita apuraba su andar
con sus cuatro patitas.
Nos cruzamos bajo la autopista.
Me enterneció
ese chico de baja estatura
paseando a esa perrita en miniatura.
Vamos Antonia, le decía
y la perrita apuraba su andar
con sus cuatro patitas.
Me detuve en un semáforo
como si fuera a cruzar la avenida;
él esperaba a Antonia
y me miraba.
Se acercó con decisión,
¿cómo te llamás? me preguntó
y hablamos durante un rato,
Antonia se había acercado
y olfateaba mi zapato.
Luis me contó
que era profesor de gimnasia
y yo le conté
que era profesor de francés.
Intercambiamos teléfonos
y lo vi irse. Tenía puestos
una remera negra y un pantalón bahiano
de los colores del arco iris.
De camino a mi casa
repetía su número
para no olvidarlo.
Ciento cuarenta,
cuarenta y dos,
dieciocho.
Nuestra primera cita
fue en el bar Británico
yo tomé una cerveza
y él un café
igual la pasé bárbaro hablando con vos.
Sí, a mí también me gusta esa parte.
Bueno, la próxima lo concretamos. Chau
Chau. Un beso.
Mis esperanzas volvieron a encenderse.
Además recordé su relato
sobre cómo había adoptado a Antonia:
Me habían ofrecido una chihuahua de seis años
y fui a bucarla a un criadero.
Estaba en una jaulita.
Estaba medio ciega y casi no podía caminar,
la habían usado para la reproducción
durante los últimos años, siempre enjaulada.
No era para nada,
la perra que yo imaginaba,
pero pensé que ella también necesitaba amor.
Necesitaba, tal vez,
más amor que cualquier otro perrito,
entonces me la quedé.
Con ese hermoso relato
me sentí emocionado.
Luis me pareció un chico
de buen corazón.
Además me emocioné
porque me llamo Antonio
de segundo nombre.
Me imaginé cómo Luis me adoptaba,
y me daba todo el amor
que yo necesitaba.
Y así me sentí enamorado
de ese chico tan virtuoso,
tan distinto de mí.
Intenté comportarme como un príncipe
y lo llamé el 14 de febrero,
Día de San Valentín.
Hola, respondió
Hola, soy Pablo
¡Hola!, ¡hola!...
dijo y cortó.
Volví a llamar y oí:
El miniphone solicitado
se encuentra apagado o fuera...
Supuse que estaría con su familia,
y me sentí un desubicado
pero volví a llamarlo
dos días después
Halbamos de cine, de música,
de la vida al aire libre,
hasta que lo invité a mi casa,
vivo acá cerca ¿querés venir?
Era casi la media noche
y la casa estaba alborotada,
mi tía iba y venía,
el teléfono sonaba.
Mientras Luis me lamía el ombligo
sonó el portero eléctrico
y me distraje.
Pero no me animé,
a pedirle
que lo hiciera otra vez.
Volvimos a encontrarnos en el bar Británico,
esa noche, la luna llena
nos iluminaba.
Yo creo en el Príncipe Azul,
me dijo y yo miraba las estrellas
y recordé la visión que una vez tuve
de un hombre azul emergiendo del mar.
El seguía hablando,
no me importa tanto lo físico,
me fijo en las pequeñeces
por ejemplo, si alguien me deja pasar antes
cuando entramos juntos en algún lugar.
Pero tampoco te voy a negar
que lo físico me atrae,
o una buena cena, o un viaje.
No me atreví a invitarlo a casa
porque a mí también me gusta
que me dejen pasar antes.
Además pensé que él
estaba muy distante,
que yo no le gustaba.
Y de pronto dijo,
Es tarde.
Tengo que irme a dormir.
Ya había dado todo por terminado,
pero undía no pude evitar llamarlo
desde un teléfono público después de un paseo.
¿Qué te pasó el miércoles?, me preguntó
No sé, ¿qué pasó el miércoles?
¿Por qué no me invitaste a tu casa?
Ah, disculpame, no pensaba
que ibas a tener que irte tan temprano,
fue un malentendido,
Es que hay algo que no te dije:
Estoy en pareja, me dijo.
El estaba conmigo cuando llamaste.
¿Te acordás que te decía
que no iba a bailar desde hacía
siete años?
Bueno, es porque hace
siete años
que estoy en pareja.
(del libro "amantes" ediciones Belleza y Felicidad, 1999)

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