Estoy re orgullosa porque mariano blatt me dijo: esta es la mejor lectura a la que fui en mi vida.
voy a ir poniendo los textos que se leyeron.
además yo rompí una obra, como gesto simbólico. un espejo.
ahí va un texto de damián ríos que es lo más
Hola,
Te decía en el otro email que ando con ganas de escribir, como si le debiera algo a alguien. Ese “alguien” a quien le debo debe ser el referente que falta cuando uno tiene ganas de escribir pero no le alcanzan las energías para hacerlo solo. Entonces agarro y te escribo un email, ahora que estás lejos, en esta tarde soleada, en el medio de la pampa, dónde según me acabás de decir “Es esto o el campo”, dónde “esto” es un bar universitario de provincia escuchando el programa de Sergio Lapegüe y "el campo" es de Amalita Fortabat. Tengo que escribir porque, además, como te decía anoche, Cecilia llamó para invitarme a leer y yo no tengo nada para leer, en el sentido de que todo lo que tengo ya lo he leído. Parece que la lectura es en Miau Miau y el tema es la poesía y su relación con el espacio y me parece que está bien que yo lea este email que te estoy escribiendo porque entonces ahora vos estás lejos y yo estoy triste. Hoy revisé la agenda electrónica y encontré los teléfonos de dos escritores muertos. Fue un impulso: agregué los teléfonos de dos escritoras vivas, que aunque no compensa reduce el porcentaje de luto porque no pienso borrar los teléfonos de mis muertos en la agenda. Hablamos hace un rato y dijiste que hace un día hermoso, yo contesté que tenía un poco de frío y vos me dijiste que acababas de almorzar, que la comida era mala y que el libro que te habías llevado no era una novela. Discutimos acerca de los límites vaporosos del género novela y me olvidé de decirte que las novelas cada vez me importan menos y cada vez me importan más los textos o algo menos que eso, diría, las frases. Eso me pasa por no tener una formación rigurosa y leer de salteado. Hoy a la mañana, me olvidé de contarte, me acordé de una vez en Entre Ríos cuando acompañé a un guitarrero por los pocos boliches abiertos una noche de semana. Era guitarrero, cantor, uruguayo, bigotudo y parvero. Algún día te voy a explicar lo que es un parvaso, que el sustantivo de dónde viene parvero. Por ejemplo el uruguayo este decía que había estado preso, que era tupamaro, que había combatido, que era íntimo de Los Olimareños, pero cantaba bien. Me acuerdo que nos empedamos y hubo una larga discusión con un pescador, que también estaba mamado y se daba maña con la guitarra, que había compuesto una chamarrita para un perro que había tenido y que solía acompañarlo en el bote cuando salía recorrer los espineles. Según el pescador, el perro se colocaba en la punta y colaboraba en el equilibrio de la embarcación con algunos movimientos tácticos. Si el pescador se recostaba para recoger un anzuelo del agua, el perrito se acomodaba sobre el costado opuesto para que no se diera vuelta el bote. Así decía y ese trabajo y la compañía que le había dado el animalito ameritaban una chamarrita. Estábamos muy en pedo y pasó mucho tiempo, pero la letra decía más o menos así:
Ay perrito seguidor
compañero de mañanas
eras peludo y flaquito
merecés esta chamarra
Después seguía la canción narrando su día de trabajo. El uruguayo no estaba tan de acuerdo con que el perrito mereciera esos versos: opinaba que se debía cantar para la liberación de los pueblos, para la concietización de las masas y, aunque no lo decía, para que le paguen el vino. Era una discusión entre un profesional del arte y un amateur: las letras del uruguayo no eran muy buenas, pero tenía una excelente voz, un repertorio extenso, presencia en el escenario, aunque sea la mesa de un boliche, y una capacidad de argumentación adquirida, creo yo, en años de comité. El pescador era más bien humilde, tenía una sola canción, no tenía un discurso muy elaborado y se le trababa la lengua del pedo que tenía. Encaraba una frase diciendo “Porque mi perrito…” y ahí nomás se le acababa el aire y paraba para tomar un trago de vino blanco. De eso me acuerdo clarito: el cantor uruguayo tomaba vino tinto y el pescador entrerriano tomaba vino blanco. Yo tomaba un poco de cada uno.
Ay perrito seguidor
compañero de mañanas
eras peludo y flaquito
merecés esta chamarra
El tema es que la discusión la terminó ganando el uruguayo, triunfó el arte político, digamos, y siguió triunfando, por lo visto, hasta tal punto que hoy los tupamaros son gobierno en Uruguay y el arte oficial desprecia a Dani Umpi, por ejemplo. Arrogante, el sanducero (porque era de Paysandú) se paró, saludó al pescador de una sola canción, y me pidió que lo llevara a los kilombos. Los kilombos son los prostíbulos y estaban como a cuarenta cuadras del boliche en que habíamos parado. Yo le dije que no tenía ganas, le indiqué como llegar, y me quedé con el pescador triste. Me quedé para siempre porque debe hacer veinticinco años de esto que te estoy contando y recién ahora puedo decirle al pescador que está bien, que tengo las herramientas para ganarle la discusión al cantor oriental, y que su perrito tiene bien merecido esos versos, que cante esa chamarrita, que se tome otro vino que pago yo y que la izquierda uruguaya se va a terminar haciendo la paja porque lo mandé para el otro lado, para el lado del puerto, donde no hay nada, y jamás en la vida va a encontrar una mujer que no valore la entrega y el compromiso sin mediaciones con el arte verdadero.
Ay perrito seguidor
compañero de mañanas
eras peludo y flaquito
merecés esta chamarra
¿Hice bien, no?
Besos,
Te quiero mucho