La bicicleta, por ende, ha dejado de ser en la actualidad, solamente, ese genial invento que posibilita desplazarnos a través de nuestra fuerza motriz, para convertirse ahora, en un dispositivo productor de experiencias vitales con la realidad. El andar en bicicleta así, no es un simple andar, es más bien un proceso poético y estético a partir del cual recreamos el significado de la vida, pero sobre todo, de la vida del otro y del mundo en el que todos participamos.
cial sea la que ha visto en el uso de la bicicleta la posibilidad de detonar un proceso progresivo de revolución cultural. En efecto, todos aquellos ciudadanos que ha decidido utilizar como medio de transporte la bicicleta, no sólo han elegido una forma más autónoma de trasladarse por la ciudad o el territorio rural, sino que, con su decisión han resuelto alterar su forma de ver el mundo, abriendo su cuerpo y pensamiento a experiencias sensoriales y cognitivas que no forman parte del menú del sistema que rige y organiza uni-dimensionalmente sus comportamientos.
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